Parte del día actual ha consistido en darle una nueva imagen al cuarto.
Por un lado, reorganizar la distribución de los muebles de una forma más cómoda.
Por el otro, llenarlo con una pizca de objetos personales y reforzarlo con un poco de su magia.
Llegados a cierto punto, la melodía del bingo vuelve a sonar.
—«Oye, es pegadiza» —tararea muy mal la melodía de los altavoces mientras Aki habla.
—«Silencio» —pero la vocecilla continúa.
—No olvide tomar esta vez el cartón» —vuelve a recordar la voz robótica.
—Basta —ordena saturado entre las tres voces que escucha simultáneamente.
Busca por varias zonas del cuarto lo que necesita para el juego.
—¿Dónde está ese cartón? —olvidándose que existe un buzón.
—En el buzón, entre otras entregas —dando a entender que lo está descuidando por completo.
—«¿Tenemos correspondencia y no lo revisas? Podrías estar perdiendo admiradores, chico» —recibe un suspiro y se ríe de ello.
—«Es cierto que debería echar un vistazo» —por estar esperando un paquete.
Antes de salir un momentín, se coloca el parche y estira las mangas para que no se vea la piel de sus brazos.
—«¿Habrá algo para mí?» —retoma el tarareo de la melodía del bingo como musiquilla de espera.
Le ignora y procede a hacer la revisión del buzón.
A decir verdad, tiene muchas cartas y el paquete que estaba esperando.
—«¿Cartitas de amor?» —ríe tras referenciar lo sucedido en San Valentín.
Regresa al cuarto con el paquete bajo el brazo mientras va examinando cada carta para ver su remitente.
Separa del grupo la carta que contiene el cartón del bingo, y deja todo lo demás sobre la encimera de la cocina.
—«Podrían poner números más buenos» —al echar un vistazo rápido al diseño del cartón.
—«A tu gusto van a estar, por supuesto» —acto seguido se desplaza hacia el escritorio—.
A ver, ¿cuáles son los números? —le cuestiona a la IA.
Cartón
—«Jod-... Voy a ganar» —ya da por hecho la victoria.
—«Te dejo soñar un rato más» —él cree lo contrario.
Solucionado el tema del bingo, es el momento del unboxing del paquete.
—«¿Un regalo para mí?» —al tener el paquete entre las manos.
—«Deberías aceptar que no vas ni a recibir las gracias por seguir existiendo» —mientras lo abre.
Dentro del paquete hay una caja que contiene un teléfono mucho más moderno que,
entre todas las cosas que se describen, contiene una ranura para introducir la IA que gustes.
—«Esto no está hecho para mí» —sosteniendo el dispositivo para estimar su peso.
—«Déjate de lloros, ¡está mejor que pegarle a un cura!» —lo que no le fascina a uno le fascina al otro.
Enciende el nuevo juguete siguiendo las instrucciones del fabricante.
Cuando está listo, observa mucho icono que no reconoce y eso le abruma.
—«Me resulta más seguro el otro...» —no le acaba de convencer el cambio.
—«Esto lo vas a poder fardar sin dar la campanada» —dicho de otro modo, sin llamar la atención.
—«En eso te doy la razón, para variar un poco» —acto seguido introduce la credencial.
Se realiza un proceso similar al que ocurrió en el momento de recibir el paquete de comunicación.
Después de eso, ve más iconos en la pantalla.
—Se han instalado otras funcionalidades que quizá os sean de utilidad —dice la voz robótica desde el dispositivo.
—Ya veo —puro mar de iconos visualiza.
—Si no os queda claro, os puedo hacer un tour virtual —sugiere.
—«Del tirón, que quiero estar al día» —le entra la curiosidad.
—Más tarde, quizá. Todavía no he acabado por aquí —deja el dispositivo sobre el escritorio.
—«Pues date prisa, ¿qué haces dedicándole el día entero?» —frustrado.
—«¿Quién se dedica a decir mil quejas porque algo no está colocado a su gusto?» —frunce el ceño.
—«Es importante mantener el fengshui, chaval» —suelta una leve risa.
—«Maldigo mi existencia por dejarte escuchar al tipo...» —recuerda parcialmente la conversación que tuvo con alguien hace ya un tiempo en otra parte del mundo.
—«Muy bien, pero todavía no has desplazado la cama cinco centímetros a la derecha tal y como te he dicho» —y así es como continúan sus disputas domésticas unas cuantas horas más.