ღ M y V a l e n t i n e ' s D a y ღ
Relato:
El albino se encontraba sobre su cama, girando sobre si y cambiando su posición constantemente, como si no consiguiera estar cómodo. Se acercaba el 14 de febrero, y con ello, el día del amor y la amistad, una de sus ''celebraciones'' favoritas. El guerrero era muy detallista: amaba hacerle regalos a las personas por más mínimo que fuera el presente, y aunque no consideraba que fuera necesario un día en específico para demostrarle afecto a sus cercanos, este año en particular, cierta personita rondaba sus pensamientos y no lograba quitarla de allí. Había estado días pensando en que podría regalarle, pero su cabeza parecía no querer cooperar, o tal vez simplemente el peliblanco se estaba exigiendo demasiado, dado que rápidamente descartaba cualquier idea que cruzara por su mente pensando que no era lo suficientemente buena o digna de aquel chico.
Por un lado, no quería regalarle algo comprado de una tienda, sentía que aquello era muy básico, aburrido y que no demostraba demasiado, pero por el otro, no se consideraba una persona creativa y aunque había visto muchos tutoriales de manualidades para la ocasión, había fracasado en cada uno de sus intentos. Soltó un suspiro frustrado y volvió a voltearse, esta vez quedando boca arriba sobre la cama mientras clavaba sus azules ojos en el techo, como si aquello fuera a entregarle la solución a su dizque problema. Repentinamente, e interrumpiendo el silencio de la habitación, su estómago emitió aquel clásico sonido, advirtiéndole al espadachín que era hora de comer. Fue entonces cuando, como por arte de magia o simple casualidad, una brillante idea le ilumino el rostro. Ya sabía que haría para este San Valentín, pero primero debía responder al llamado del hambre.
Una vez se estableció en la comodidad de la cafetería, acompañado de un capuchino preparado con leche de almendras (culpa de un cierto alguien que le había pegado la costumbre de pedir su café sin leche de vaca) y un pedazo de crumble de manzana y avena, se dispuso a investigar como llevaría a cabo su ‘’brillante idea’’. Estaba claro que el regalo estaba relacionado con comida, y es que, en uno de sus encuentros pasados, pudo darse cuenta de que al pelirrojo le gustaban los postres, especialmente los cupcakes, ¡Así que, que mejor idea que regalarle aquello hechos con sus propias manos! El único evidente problema era: que al espadachín se le daba fatal la cocina. Luego de estar un buen rato investigando y buscando diferentes recetas para hacer ‘’Los mejores cupcakes del mundo’’, se levantó de su asiento mientras dejaba la taza ya vacía de café sobre la mesa. Ya sabía que tenía que hacer, ahora solo faltaba comprar los ingredientes que el postre requería, cosa que haría el mismo día en el cual le entregaría su regalo al chico, no tenía lugar donde guardarlos por el momento. Posteriormente, volvió de nueva cuenta a su habitación para seguir con su día normalmente.
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Los días se habían pasado demasiado lento para el albino, quien sentía una mezcla de ansias y nervios que rara vez había experimentado anteriormente. Se encontraba en la cocina de su “antiguo hogar”, junto con todos los ingredientes necesarios para comenzar con la preparación de la receta. Había optado por hacerlos de vainilla e incluso había comprado moldes especiales con forma de corazón para la ocasión y colorante de repostería rojo (Porque la receta le aseguraba que quedarían rosas), podría decirse que se estaba tomando aquello muy enserio, pues quería que todo saliera perfecto. Comenzó con las preparaciones y medidas de cada ingrediente que el postre llevaba para ‘’mantener el orden’’ y no perderse luego con las cantidades, y una vez tenía todo más o menos organizado inicio con la receta. Ya sabía de antemano que cosas no le gustaban al chico, por lo que había buscado una receta que no contuviera huevo, y había intercambiado algunos ingredientes como la leche de vaca por leche de coco, harina de almendras y endulzado sin azúcar. Estuvo allí un buen tiempo hasta que por fin su regalo estuvo listo, pues había tenido que empezar desde cero en más de una ocasión debido a… pequeños fallos, y cuando por fin habían quedado como deseaba y los había puesto a cocinar, regresaba cada dos segundos a verificar el horno para ver cómo estaban. Su usual paciencia había abandonado su cuerpo el día de hoy.
Una vez se enfriaron y estuvieron listos, los desmoldo con cuidado y dejo sobre un plato, mientras los observaba de manera orgullosa, para su sorpresa, habían quedado estéticamente muy lindos y apetecibles, y no solo eso, también sabían bien. No iba a entregarle al pelirrojo algo que no fuese bueno, por lo que había probado uno para verificar que el sabor estuviera bien y en definitiva le había gustado. Estaba feliz con el resultado, tanto así que estaba pensando en autoproclamarse chef. Los acomodó en una pequeña cajita roja y encima de esta pegó una pequeña notita escrita a mano en la cual se podía leer un «Feliz San Valentín, desconocido». Soltó una leve y queda risa tras leer su propio mensaje, ya se había vuelto costumbre para el albino molestar al susodicho con aquel apodo, aunque le restara puntos. Ya se encontraba listo para ir a entregarle su regalo, solo le faltaba un último detalle, el cual debía recoger de su habitación antes de ir a su encuentro.
Cuando estuvo nuevamente en su habitación de la residencia, rebusco entre sus cosas lo que le faltaba para poder dar por finalizado su regalo, encontrándolo en uno de los cajones de la mesita de luz situada a un lado de su cama. Los reviso atentamente para verificar que todo estuviera en orden, pues eran nada más ni nada menos que los documentos que el chico le había pedido. Se había tomado el tiempo de ir a buscarlos para él, y aunque su idea no era entregarlos hoy, ¿Que mejor momento había que el 14 de febrero? Rápidamente le mando un mensaje de texto preguntándole si estaba disponible, que tenía algo que entregarle, y luego de bloquear su celular salió a su encuentro.