En el remoto pueblo de Brujas, Bélgica. Hace 10 años...
La pequeña Aysha nació y creció en una familia de brujos hechiceros, en dónde el cariño físico era casi nulo, en cambio era reemplazado por frases refuerzo, cada que la niña hacia algo bien, desde sus deberes en el hogar, hasta en la escuela.
En la escuela era retraída y tímida, no solía hablar ni interactuar de manera física con ningún otro niño o niña. Pero no era porque no le gustase o no pudiese, era porque no existía tal costumbre para ella. Además, Aysha era hija única.
Sucedió entonces un día, al volver de la escuela, que se realizaba una especie de aquelarre en el pueblo (preferían usar la palabra "coven", a modo de protección de los enemigos que rondaban el lugar), donde se juntaban todas y todos los brujos. Aysha sin ojos vigilantes que la observarán, decidió salir de la seguridad del pueblo, cruzando el muro mágico que les protegía de los cazadores, que amenazaban su mera existencia mágica.
Así pues, la pequeña bruja en su inocencia, dió a parar al bosque. Y como a todo niño que se siente atraído por lo más mínimo, encontró a un pequeño conejito gris que jugaba entre los arbustos:
—Ven, conejito, conejito—Exclamó la pequeña de ojos violeta. Más, el conejo sólo se adentro más en el bosque. Siguiéndolo, no se ha percatado de que la estaban observando y no precisamente, con intenciones amistosas.
—Mira ahí, una pequeña bruja blanca indefensa...—dijo uno cazadores, desde la cima de uno de los árboles— Sería divertido hacer un premio con su cabeza— dijo otro.
Dicho y hecho, han lanzado dos flechas mortíferas hacia su dirección, pero fallando en su objetivo, dándole finalmente al conejo gris. Aysha, quién estaba delante de la fatal escena abrió sus ojos de miedo y asombro, y mientras las lágrimas ensuciaban sus mejillas, ha intentado curar en vano a la pequeña criatura... ya estaba muerto. La niña era muy pequeña aún para usar sus poderes, y estos no tenían gran alcance ni capacidad. Por otro lado, los cazadores al verla vulnerable, desvainaron armas, dispuestos a acabar con la vida de la pequeña. Pero, de manera súbita, Aysha presa del miedo y la adrenalina, exclamó:
—¡¡No!!— Tras decir eso, una luz cegadora inundó el bosque. La pequeña Aysha había despertado sus poderes en una noche de luna menguante. El símbolo de aquella luna, yacía ahora en su frente, como símbolo de crecimiento y protección. Así mismo, erigió un campo de fuerza para ella y el inerte animal, el cuál tenía la capacidad de desintegrar las energías malignas, y dentro de nada, aquellos cazadores quedaron hechos polvo.
No pasó mucho tiempo hasta que el resto del pueblo la encontrará, sana y salva, sólo hasta ese entonces, se permitió llorar con todas sus fuerzas, mientras aquella marca en su frente se iba desvaneciendo, con la desesperación de no haber podido hacer algo más.
Actualmente, es una anécdota que Aysha ya con 15 años, aún recuerda, pero aquello solo la motiva para volverse más fuerte tanto psicológica como mágicamente, con la convicción de que si volviese a ocurrir algo similar, esta vez será capaz de salvar o resguardar una vida.
Aunque no siempre salgan las cosas como te las esperas.