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«[...]Al ser nigromante tiene una visión más clara sobre la vida»

«O cegata», comentó en sus adentros.

—Hmp, qué humano de su parte —se limitó a decir.

A partir de lo que Arata conocía y sabía, no estaba de acuerdo con los puntos de vista del rojizo y su amigo sobre las almas conscientes. También le parecía muy humano que el mencionado nigromante los dividiera, ya que el ser humano tenía la tendencia de verse como algo ajeno al resto y entorno, al igual que dividirse y separarse.

Acabó sintiendo algo similar a la vez en la cual cierto peliblanco le desveló su verdadera identidad, puesto que el chico tampoco poseía demasiado conocimiento sobre su raza. Por lo menos el modelo ya tenía una idea más clara de este y el chico rojo frente suyo.

—Es tu día de buena suerte entonces —dijo refiriéndose al hecho de que ahora podía apreciar mejor su cabello.

Había tenido que ralentizar los pasos por el jugueteo del caballo, mas no le permitió continuar mucho su dizque inspección, ergo posó la mano en el costado de la cara del corcel y con lentitud la alejó un poco.

Ahora el destino sería un árbol frutal.

—¿Es una yegua? —preguntó regresando la vista a su acompañante.

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—Mm, puede que la suerte continúe sonriéndote —dijo con una mirada un tanto más furtiva que duró varios segundos antes de regresar sus pupilas al camino y comenzar a intercalar la atención de sus ojos.

Desde su posición ya podía ver un manzano.

La descripción de la yegua sin dudas fue bastante opuesta a lo que estaba desarrollando su imaginación, ya que antes había venido a su mente un unicornio dada la personalidad del chico. No le transmitía los peligros que las llamas pudieran tener.

—Mm... Un tú versión yegua —comentó, alzando muy ligeramente una de las cejas—. Me gustaría conocerla alguna vez.

Claro que no había pasado por alto la palabra «infierno». No dudaba que podrían haber lugares un tanto «extremos», pero esto no significaba que Arata diera por hecho todo lo que el chico le estaba diciendo.

—¿Provienes del «infierno»?

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Kuon & Edwin ❙ Abierto ❙ En curso


Tras el comentario y la sonrisa de Edwin, Kuon le respondió de vuelta con otra sonrisa, pasando así después a responder a su siguiente comentario.


- Entiendo. Gracias, pero no tienes que molestarte, siempre puedo comprarlo yo - dijo dejando salir una de sus pequeñas risas amistosas al final.


Kuon agradecía el detalle del pelinegro, más pensaba que no era necesario que se lo comprase él. Después de todo, ahora que ya tenía el dato, siempre podía comprarlo él mismo.


- Yo utilizo uno de madera. Mi madre solía cepillarme el cabello con uno así cuando era niño, y supongo que me acostumbré a que fuera de ese tipo - añadió posteriormente únicamente como un comentario, pues no pretendía decir que un tipo fuera mejor que el otro.


Tras esto, Kuon retomó de nuevo su comida, notando también como su acompañante pedía que le guardaran su parte de la hamburguesa, pasando luego a mirar el espectáculo de música. Consideró así que por su parte Edwin ya habría terminado de comer, por lo que él se centro entonces en terminar lo que le quedaba, siendo ya solo las gyozas.


Y fue cuando estaba comiendo éstas que el pelinegro le preguntó:


- "Cuando hablaste de la banda pensé en cómo sonaría tu voz al cantar ¿Es mucho pedir si me muestras?"


- Mmm.. lo cierto es que no cantó en público - le respondió tras una breve pausa, con una expresión que se notaba menos alegre, pues una parte de él se sentía mal por no aceptar a pesar de lo amable que había sido Edwin con él dejando que tocara sus orejitas - Lo siento. Espero que no te parezca mal. Hace tiempo... digamos que decidí no cantar más delante de otras personas. Si fuera tocar la guitarra o quizás algún otro instrumento lo haría con mucho gusto, pero cantar... es algo delicado para mi - añadió con total sinceridad.

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—Mm, te retendré más tiempo —pensó de pronto en el amigo suyo—, si es que no es mortal para tu amigo —añadió, pues ¿no tendría primero que encontrarlo en vez de pasearse por el lugar? Por ello acabó elevando solo un poco una de las cejas, acompañando sus palabras.

El lugar mencionado por el rojizo no lo conocía y no sintió interés por conocerlo: no le agradaba el calor. No obstante, sí sintió curiosidad, ergo era probable que lo buscaría si es que existía en el mapa humano... aunque lo dudaba.

Por otro lado, la parte de «demonios» captó su atención.

—¿Qué tipo de demonios? —preguntó antes de presentarse.

Tenía a alguien en mente.

Ver el guiño le hizo gracia aunque no fue evidente, pues solía relacionarlos con un intento de parecer atractivo. Distinto era cuando el objetivo era ocultar información o mantener un secreto.

—Mm... Intenta adivinarlo, Amn —hizo énfasis en su nombre—. Tal vez recibas un premio si aciertas.

Acercándose al manzano, mantuvo las pupilas por varios segundos en el chico antes de coger una manzana.

«El "fruto prohibido", ¿mm?», dijo en sus adentros, observando la fruta.

Posteriormente, se la extendió al corcel.

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Había deducido que Amn no estaría mucho tiempo en la residencia, así que debía aprovecharlo: le estaba pareciendo interesante y desde antes atractivo. Mas no iba a robárselo si la salud de alguien dependía de él.

Se limitó a asentir en respuesta. Dejaría en las manos del rojizo el fin del encuentro a menos que recibiera alguna llamada o mensaje inesperado: cualquier cosa podía suceder.

—Mm... Ok, me la debes.

No le molestó que se pospusiera su pregunta. Amn tendría sus razones y le quedaría debiendo aquello. Arata no necesitaba excusas para volver a ver a alguien, pero sin dudas le resultaba... divertido jugar con ellas. Le parecía que el encuentro se volvía más interesante.

—Mmm...—era común que el modelo emitiera ese tipo de sonidos más de lo usual dada su cultura. En esta ocasión, daba a entender que estaba pensando en supuestas reglas y condiciones respecto a la adivinanza—. Te daré tres intentos. Si fallas en los tres, me darás algo a cambio —expuso, observando al rojizo.

Desvió la mirada para dejar la rienda sujeta a una rama, de modo que Spirit comiera manzanas a su gusto.

—Estás a tiempo de abandonar el juego. Puedes pedirme una pista.

Sus rasgos asiáticos ya podían dar un vislumbre de dónde pudiera proceder su nombre. Por otra parte, le llamó la atención la seguridad de Amn sobre que hablaran mucho de él. Esto podría ser una pista implícita también: no le sorprendería que el chico lo hubiera visto en pantallas modelando ropa, calzado, algún accesorio u otros. Si bien su nombre no podría aparecer, sí lo podrían mencionar personas alrededor que supieran sobre él.

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- Tranquilo, no tienes que disculparte - le respondió al tiempo que hacía un ligero gesto de negación con la cabeza - Después de todo al ser músico creo que es una pregunta normal, o al menos ya me lo han dicho más veces. Es solo que me sabe mal porque tu has sido muy amable dejándome que tocara tus orejas caninas - añadió con total sinceridad ya recuperando su semblante habitual.


Después de todo, Edwin no había dicho nada malo, y el pelirosa no quería que se sintiera mal por ello.


Posteriormente, Kuon bebió igualmente de su zumo, así como su acompañante había hecho con su propia bebida, para tras esto volver a prestar atención a las siguientes palabras que el pelinegro le dijo.


- Gracias - le respondió con una sonrisa cálida.


Kuon agradecía la forma en la que Edwin había tratado de animarlo. Además hablar con el pelinegro le resultaba agradable, y si bien si era cierto que anteriormente su expresión había cambiado, en ningún momento se había sentido incomodo con él, era solo que el pelirosa era del tipo de persona bastante expresiva.


Tras esto fue cuando el pelinegro añadió, - "Aun puedes obtener tu "venganza" preguntándome o pidiendo algo, que no te gane la timidez"


Kuon por su parte rió primeramente antes de responderle.


- Mmm... venganza - dijo en voz baja más bien para si mismo mientras pensaba - Algo así no es necesario - dijo ya en su tono de voz normal con una sonrisa amistosa en el rostro y dejando salir otra de sus risas al final - Sin embargo, si confieso que tengo una curiosidad. ¿Puedo preguntar como es tu relación con los perros? Quiero decir, ¿te llevas bien con ellos? o ¿quizás se sorprenden por tus orejas caninas? - y tras una breve pausa añadió - Disculpa si es una pregunta una poco extraña. No estoy muy acostumbrado a conocer a personas con ese tipo de rasgos, y en cierto modo me da curiosidad - dijo con total sinceridad, esperando que hablar de esa parte de él no le fuera una molestia al pelinegro o algo que lo incomodase.


De esta forma, Kuon continuó comiendo lo que le quedaba de su comida, que ya era poco, mientras esperaba con curiosidad por la respuesta del pelinegro.

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Al escuchar las palabras del pelinegro, Kuon afirmó con la cabeza en señal de atención, pero también porque estaba de acuerdo, terminando luego por sonreír de manera amigable. Si bien, cabía señalar que él no se había sentido comprometido a nada, simplemente era que su acompañante le agradaba.


Tras esto fue cuando posteriormente Edwin respondió a su curiosidad, momento en el que se podía apreciar como el pelirosa estaba totalmente atento, aun si al mismo tiempo también estaba comiendo. De esta forma, cada cierto tiempo afirmaba nuevamente con la cabeza, y no fue hasta que el pelinegro terminó su explicación que Kuon le respondió.


- Entiendo. Tiene sentido - dijo, y tras lo cual hizo una breve pausa antes de continuar hablando - Entonces ¿eres criador de perros? Quizás, ¿entrenas a los perros de la policía?


Kuon sentía bastante curiosidad con todo lo relacionado a este tema, siendo algo que podía notarse en su rostro, si bien tampoco quería agobiar a su acompañante con demasiadas preguntas, aunque algunas más de las mencionadas pasaban por su mente. Entre ellas, la posibilidad de que Edwin pudiera tener un compañero canino, o incluso si así era el caso, si éste pudiera estar viviendo con él en la residencia.


Por otra parte, y con respecto a la comida, Kuon ya había terminado, quedándole tan solo ya por beber los últimos tragos de su zumo. Si bien, el pelirosa se sentía muy cómodo hablando con el pelinegro, además de que la conversación le resultaba interesante, por lo que no sentía prisa alguna en levantarse por el momento.

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—Ok —se limita a decir segundos después.

Procede a cruzarse de brazos y apoyar la espalda contra el árbol sin apartar la mirada del joven rojizo. Luego ladea un poco la cabeza mientras el susodicho se prepara para su primer intento fallido.

Se mantuvo en silencio varios segundos tras oírlo.

—¿Tengo cara de haber tenido un mal día? —arquea un poco la ceja diestra—. Tch... —exhaló cual queda y breve risa.

Como había mantenido su inexpresivo rostro todo el tiempo, Amn tuvo el privilegio de, probablemente, poder notar una pequeña sonrisa en los ojos de Arata.

«Bobo», pensó.

—Vaya mal día que parecía tener el hombre de negro, hmp —comentó con su tono tranquilo de siempre, esta vez observando un punto ignoto hacia la arboleda.

Al regresar los ojos al chico, procedió a responder su última pregunta.

—No y tal vez.

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Frente a la risa del chico, desvía las pupilas a sus labios. Realmente le parecía un humano disfrazado de otro ser en vez de lo contrario. Solo unos detalles lo diferenciaban de uno... aunque quién sabe qué había bajo su ropa.

«Mm...».

No dice nada frente al mencionado «pequeño fracaso», solo se limita a regresar la vista a los ojos dorados del muchacho, analizándolo. No iba a negar que le agradaba conocer a otro a través de un juego.

Por otra parte, el segundo intento le resulta familiar por algún motivo que no logra hallar de inmediato.

—Frío —respondió, queriendo decir que estaba lejos aún de acertar—, pero bonito —añade como comentario.

Le había parecido un nombre lindo, poco común y elegante. Pero pese a haber pensado en este un poco más de tiempo, no se distrajo demasiado y de todas formas no le dio de inmediato la pista.

Ver a Spirit comer manzanas con tanto gusto, le abrió el apetito. Por ello prosiguió a descender la mirada hasta el reloj inteligente que llevaba en la muñeca izquierda, cuya pantalla se iluminó y le mostró la hora: ya era momento de una merienda. Apenas había movido el brazo para aquello, por lo que sus movimientos fueron sutiles y breves.

Sin más, miró hacia arriba para buscar alguna manzana que tuviera buena pinta y procedió a irrumpir su pose para tomar una. Dado que alzó el brazo y su prenda era holgada y sin mangas, se deslizó un poco dejando ver algo más de piel.

—Comienza con 'a' y termina en 'a' —dijo finalmente, frotando con suavidad la manzana contra su muñeca.

Había vuelto a acomodarse contra el tronco.

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Lo deja estar con sus monólogos mientras se dedica meramente a observar cual espectador. Realmente sentía no tener nada que aportar ni comentar. Solo cuando mencionó al corcel, Arata dirigió la vista a él, pero por unos segundos.

La posterior comparación le pareció curiosa. Deducía que provenía de su cultura y mundo en general; probablemente le preguntaría sobre ello después. No quería interrumpir el juego con aquel tema, así que prosiguió a acercar la manzana a su boca para darle una mordida, o al menos hacer amago de ello.

—Caliente —dijo de pronto apenas Amn dijo «Ara».

Tenía la manzana a solo centímetros de sus labios: aún no la mordía.

A su parecer, la impaciencia mostrada fue principalmente la causa de la derrota. Podría haberle dado una nueva pista al haber estado tan cerca de acertar, pero el moreno ya se había rendido. Por otra parte, también pensó en la posibilidad de que tal vez no deseaba extender el juego.

Finalmente le dio una mordida a la fruta, cuyo sonido pareció sentenciar y confirmar la derrota del chico. A la par no dejaba de observarlo, teniendo el brazo izquierdo cruzado en el torso y el codo diestro reposado en este mientras sostenía la manzana cerca de su boca.

—Arata —dijo al fin una vez terminó de masticar. Luego, se separó del árbol para acercarse al chico y dejar tan solo un paso de distancia entre ambos —¿Qué tan lejos estás dispuesto a llegar, hm? —preguntó, observando sus ojos.

Sin apartar la mirada de las pupilas ajenas, acercó de nueva cuenta el fruto a sus labios para darle otra mordida.

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Para ser de otro dizque mundo y otra especie, sin dudas Amn estuvo bastante cerca. Era muy complejo que adivinara y el modelo era consciente de las altas probabilidades de su derrota. Aun así le agradó ver esta y contemplar que las emociones del chico se reflejaran tanto en su cuerpo; de cierta forma le parecía hasta un tanto inocente.

—Mm —emitió a modo de aprobación frente al comentario del chico. A Arata también le gustaba su propio nombre.

Desciende hacia la boca del moreno después. Ese tipo de sonrisas le parecían adorables y algo traviesas... Le gustaban. También se dedicó a ver sus dientes y si habría alguna diferencia con la boca de un humano genuino. Solo cuando estuvo satisfecho con su inspección visual, regresó los ambarinos ojos a los del chico. Para entonces, ya había engullido el otro trozo de manzana que había mordido.

—Calentarme —responde, pensando en una manera literal —Para tu desgracia, no hace frío, así que... —hace una pausa en la cual ladea un poco el rostro—... quédate quieto.

No dejaba de tener la manzana a unos cinco centímetros de distancia de la boca, pero no totalmente frente a esta, sino que inclinada hacia la derecha. La muñeca la tenía más bien floja.

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Acabó dando un paso más hacia adelante, ergo quedó más cerca de Amn, mas sin tocarse siquiera sus prendas. Desde esta distancia, podía percibir un poco mejor el aroma del chico aunque el viento y el aroma de la granja interfirieran.

Lo primero que llegaba a su mente era un volcán, el aroma de uno aun si nunca había visitado ninguno. No era su olor predilecto para nada, ¿sabría a quemado besarlo? Si le diera un caramelo de menta, ¿sabría a menta ahumada? Vaya preguntas se estaba haciendo mientras más cerca estaba de aquel chico, pero no planeaba tocar sus labios aún, tal vez. Se supone que Amn había perdido la oportunidad de un premio con su derrota y Arata no tenía prisas.

Acercó la mano libre al rostro del rojizo antes de responder a sus palabras. Con el dorso del índice, acarició muy suavemente una de las líneas brillantes que recorrían la cara ajena, por lo que trazó camino por sobre su nariz hasta la frente.

—Probablemente —respondió durante el trayecto.

Al acabarlo, apartó la mano del rostro y la colocó en el hombro de Amn. Allí hizo un breve recorrido hasta su cuello por sobre la ropa, observando el dorado de los ojos del chico en todo momento. Luego, deslizó la mano hacia su nuca, lugar desde el cual de un tirón jaló la capucha hacia abajo para que dejara al descubierto su cabello.