El arte de la contemplación

Oz & Dai ❙ Cerrado ❙ En curso

Aki se encargaba de echarle un vistazo a las encuestas antes de enviarlas a Dai junto con un breve informe, en el cual le escribía algo que destacar y añadía alguna que otra nota de su interés. En dicho informe se encontraba el nombre del residente número 16: Oz. Se trataba de la única encuesta que había realizado el pelinegro, cuyo mensaje cifrado lo desglosó la IA, quien organizaba las cartas dentro del buzón y analizaba el contenido en busca de alguna anomalía antes de enviarlas al joven ejecutivo.

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Informe de la IA:
Mensaje cifrado detectado; residente Oz.
Contenido:
Museo de arte contemporáneo. Dentro de cinco días. Cinco y media de la tarde.
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.

—¿Irás? ¿Será una trampa? —preguntó el joven mano derecha del director, asumiendo que el contenido iba dirigido a él.

Impulsado por la curiosidad, decidió ir tal como la invitación: sin aviso alguno.

En sus inusuales días libres, se dedicaba a realizar alguno de sus pasatiempos. Curiosamente, el día mencionado en el contenido del mensaje concordaba con uno de sus descansos. De alguna forma parecía alinearse todo y aun si no llegara a encontrarse con el residente e incluso pudiese suponer un peligro la mencionada comparecencia, le parecía que no tenía nada que perder.

Dai tenía la costumbre de llegar minutos antes siempre, por lo que con 20 minutos de antelación, se encontraba en el interior del museo contemplando una obra de arte de una talla de un demonio japonés, la cual le recordaba un poema.  La observaba con bastante atención, recitando en sus pensamientos los versos a la par que se encontraba con los brazos cruzados. No obstante, minutos después, se reacomodó, apoyando el codo diestro sobre la mano opuesta que se mantenía cruzada. Ahora el mentón se apoyaba suavemente sobre su derecha.

Aun si ahora se encontraba fuera de sus deberes de director, continuaba vistiendo formal, solo que esta vez se trataba de un traje gris oscuro y una camisa negra que el blazer abierto dejaba ver.

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El arte de la contemplación

Oz & Dai | Cerrado | En curso

—«Gira, izquierda, baja, izquierda, baja, izquierda, baja del todo» —nivel 13, 30020 de puntuación—. «Derecha del todo, gira, baja del todo» —nivel 17, 52820 de puntuación.

Para el pelinegro iba a ser un día ajetreado por la ciudad, culminado por la visita del museo. No obstante, su cita de la primera hora de la tarde no pudo asistir según lo acordado.

—«Derecha del todo, baja del todo» —nivel 30, 121980 de puntuación—. «Gira, baja... No espera, vuelve a girar... Derecha, derecha, derecha, baja del todo» —nivel 31, 122740 de puntuación.

Pese a ese cambio de planes, estuvo pululando para ver si encontraba un trabajo que pudiera hacer. Ninguno le llamaba la suficiente atención como para invertir su tiempo, a su parecer. Así pues, después de esa leve excursión, no tenía mucho por hacer. En este preciso instante, son las 16:53.

—«Derecha del todo, baja del todo... ya verás que subidón» —nivel 50, 180880 de puntuación.

—«Dame un respiro» —pausa la partida. Nivel 54, 203680 de puntuación.

Ha estado sentado en un banco cerca de la entrada del museo durante unos cinco minutos. Acaba de pausar una partida de Tetris que realiza con su teléfono personal siguiendo las indicaciones de la voz. Dicho dispositivo es de color negro y de tipo plegable, que para los tiempos que corren parece un poco arcaico. Pese a ser un dispositivo tan simple que solo admite SMS, llamadas y juegos arcade como el Tetris o el Snake, lo tiene personalizado con algunas constelaciones de matiz plateado y un colgante de una luna llena.

En cuanto al museo en sí, es un edificio de color blanco complementado por claraboyas de vidrio y otros materiales reflectantes, reflejando el intento de unir el arte contemporáneo expuesto en el interior con las formas históricas de los edificios que le rodean. Le resulta curioso, pero no lo más majestuoso que haya visto.

—«¡¡Ahora no, .... !! ¿¿Has visto eso?? Es la señal de que esta vez voy a mejorar mi puntuación personal» —pero a su portador no le importa.

Su ritmo es algo frenético, por lo que intenta tomarse una pausa dándole una calada al vapeador contemplando el caminar de las demás personas. El humo que exhala tiene un aroma cítrico que se mezcla con el ambiente urbano ruidoso, pues es el día de la semana donde el precio de las entradas es más económico. Mientras tanto, a estas alturas de la tarde ya es momento de esperar a su siguiente cita. No estaba seguro si lograría a presentarse, pero su intuición le hace creer que sí.

—«Si me dejaras controlar aunque sea esa sucia mano, no necesitarías descansar» —gruñe un poco.

—«"Aiur el manos sucias"...» —chasquea con la lengua—. «... no pinta bien, no» —cuya respuesta da pie a una discusión que pasa de tirarse puñetas hasta maldecir a sus muertos.

Como fuere, esta disputa interna perfectamente transcurre durante todos los minutos que tienen por delante hasta que el director hace acto de presencia entre toda esa multitud.

—«Shht... Espérate» —algo no le acaba de cuadrar al avistar unos blancos cabellos.

—«¿¡Ah!?» —no acaba de hilar lo que quiere decir.

Intercala la mirada entre el paso de esa persona hacia el interior del museo y la hora que marca el teléfono. A simple vista no estaba seguro de si se trataba del director, pero esos ropajes formales...

—«¿Impaciencia o prudencia?» —se pregunta dándole una última calada al vaper mientras lo pierde de vista.

—«Oh... No ... que...» —procede a quejarse largo y tendido de todo lo posible.

Cosa que su fiel portador hace mente sorda, guarda sus cosas en los bolsillos y se dirige con calma al interior del edificio para proceder con el encuentro.

—«Tengo derecho a saber algunas cosas si vamos a hospedarnos algún tiempo» —tras tanta queja.

—«Uhgmhpf...» —gruñe un poco resentido al entender lo que quiere decir.

Este no es su primer día en el museo durante esta semana, ni siquiera la anterior, por lo que le resulta bastante sencillo desplazarse entre las instalaciones. Sin embargo, sí es la primera vez que los guardias de seguridad no lo detienen en la entrada por, según sus hipótesis, su apariencia sospechosa. Pero conocer un poco el lugar no basta para encontrar a un hombre de altura similar, cabello blanco, trajeado y con aura seria...

—«Ahí esta su rostro estúpido ante algo estúpido» —la voz lo avista fácil, a diferencia del pelinegro, tras unos minutos de búsqueda.

Se detiene de inmediato, hace un barrido y tras unos segundos más logra ubicarlo. Lo encuentra de perfil, pensativo, como si le fuera la vida en ello concentrarse en la obra que está observando.

—«Parece una versión contemporánea de sí mismo» —opina de refilón.

Se podría decir que esperaba encontrárselo un poco más... informal. Aunque poco puede opinar, él mismo va prácticamente igual todos los días.

—«¿Una ilusión para no ver tu ... .... existencia? Lástima, no detecto nada como eso» —ríe.

Localizado pues, solo falta aproximarse.

—«¿Otra apuesta?» —estando poco a poco más cerca.

—«De acuerdo» —no necesitan decir más, ya que han hecho esto muchas veces.

El lugar donde se encuentran pierde importancia, ya que su verdadero interés está en otra parte. La apuesta se centra en ver quién de los dos será capaz de descubrir más datos sobre la persona que van a tener en breves delante.

—Si confesáis que este museo también es vuestro, no me sorprendería —colocándose a un par de pasos de distancia.

No establece directamente un contacto visual, sus ojos se concentran en la obra que hay delante. La talla le recuerda a una hannya, que para él se trata de un monstruo producto de un pacto impío con un espíritu oscuro. Si no fuera por las diferencias físicas, por poco puede identificarse con el objeto de alguna forma.

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Sumire - Jay | Abierto | En curso

Justo en el momento en que se acercaban a la entrada del invernadero, Sumire decidió indagar más en su persona, específicamente, en su raza faerica. Cuando Jay escuchó la pregunta, a reído por lo bajo, pues se lo veía venir desde antes, y luego, tras ver que Sumire entraba de nuevo, en su trance de timidez, disculpándose por aquello, negó de manera rápida con un gesto, dando a entender que todo estaba bien, para luego responder:

—Si elfo es lo que crees tú que es lo que más me caracteriza...—hizo una breve pausa— ... Pero a decir verdad sería algo más como un semi elfo— No sabia exactamente, como explicarlo. O tal vez ni él mismo lo sabía, si de orígenes se refería.—Es confuso, y es que ni yo mismo lo tengo claro— decía mirándola, esperando no confundirla demasiado.

Era difícil explicar aquellos orígenes, cuando sólo fuiste criado por una gentil ninfa de la nieve, y como tal nunca existió una figura paterna, y por lo cuál el término «elfo» no era correcto, quizás.

—¿Qué hay de ti, señorita Sumire?—sonrío al decir eso— Percibo auras muy mágicas provenir de ti, aunque no sé explicar el motivo.—

Para ese entonces, aquel par ya había llegado al invernadero.

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Sumire - Jay | Abierto | En curso

«Portales...?» Pensaba estupefacto, mientras la escuchaba con atención. Y cada vez más intrigado en lo que ella podría ser, pero no desde una perspectiva negativa, sino desde la curiosidad. Aprender y conocer cosas nuevas, era algo que a Jay le llamaba bastante. Por eso también, disfrutaba de la lectura y explorar lugares nuevos, porque siempre había algo totalmente nuevo; como la habilidad de crear portales sin ningún ingrediente previo, a los que ya conocía por una buena amiga alquimista.

Luego de ese ensimismamiento, escuchaba a Sumire decir que lo entendía muy bien, por no saber exactamente sus propios orígenes. El ojiazul le dedicó una sonrisa cálida, desde lo más profundo del corazón:
—Espero puedas encontrar respuestas a tus orígenes, en esos viajes entre mundos—Expresó con sinceridad—¿Usas mucha energía para crear esos portales?

Por otro lado, le agradaba haberla conocido y darse el tiempo de conversar con ella, podría decirse que ya la consideraba una persona cercana, lo cuál era extraño dada la repentina conexión entre ellos. Mientras aquello pasaba, el pelirosa invitaba a ingresar al invernadero a la joven de ojos amatistas.

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Última modificación realizada por Izula (El 13-05-2023 à 18h53)

El arte de la contemplación

Oz & Dai ❙ Cerrado ❙ En curso

«Ha de ser agotador...», dijo en sus adentros mientras observaba las notorias venas del maligno demonio de la obra de arte.

No era un fanático de los poemas, pero alguno que otro, sin importar su longitud, lo mantenía reflexionando. No obstante, se trataba de una cualidad intrínseca del moreno. Por ello se le facilitaba en demasía diversas tareas. Ahora mismo, no le importaba esperar ni se preocupaba del tiempo; se encontraba entretenido observando la maligna expresión de la talla japonesa.

Aunque se miraba inmerso en su contemplación, no lo sorprendió la voz del pelinegro, cuyas palabras le rememoraron la dulce voz de una abuela.

«... Un lugar donde a nadie le falte un hogar».

De reojo observó al residente unos segundos, tiempo que tardó en oírse su voz.

—Tal vez en otro universo paralelo —respondió, teniendo ahora sus ojos clavados de nueva cuenta en la obra. Podría fácilmente haber parecido una chanza, pero lo creía posible. Tampoco su expresión dejaba entrever que bromeaba, sin embargo, no le molestaría si se tomaban de esa forma sus palabras.

De ese modo se mantuvo un momento más hasta que decidió dar media vuelta para quedar frente al pelinegro.

—Buenas tardes —dijo acompañando sus palabras con una delicada y tenue inclinación.

En cuanto se irguió, parecía haber clavado los ojos en la mirada del pelinegro, pero en realidad observaba algo más como si se encontrara atravesando el interior del susodicho.

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«Si el mundo al quiero ir está abierto para mi, entonces puedo viajar", esas palabras divagaban en su mente, talvez era algo más del cosmos y las estrellas que de fuerzas elementales, mientras procesaba esa información, a su mente vino el silfo Adalric, que sin duda se hubiese puesto a filosofar con aquella chica, y ante la idea, río para si mismo. No era algo que pudiese comprender del todo, pero prefería no seguir preguntando, para evitarse el enredo mental.

Ha contestado con un simple, aunque dudoso «Entiendo», antes de entrar en el invernadero. Una vez dentro, se notó un poco el cambio en la temperatura del ambiente, haciendo que el chico de cabellos rosados se desestabilizará por momentos, poniendo su mano sobre la sien izquierda, pero en nada, volvió a la normalidad.

Y es que era realmente sensible  a las altas temperaturas o a los golpes de calor. Si la fuente de calor era mucho mas fuerte, podria incluso llegar a debilitarle, ya que no seria capaz de regular por si solo su temperatura corporal. Claramente, este no era el caso y solo se trato de un leve mareo. Luego de aquello siguió a Sumire, hasta la cosecha de fresas.

—Se ve que cuidan todo muy bien aquí— decía mirando las plantaciones que allí habían. Mientras caminaban a un ritmo relativamente lento, mientras seguían charlando de forma tranquila.

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Última modificación realizada por Thane (El 16-10-2023 à 15h06)

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—«O más bien, .... .... .... .... ...» —añade a la respuesta de Dai.

—«No hablemos de mundos paralelos...» —dice el que está en uno.

Aunque percibe el movimiento del peliblanco, él simplemente desvía su mirada sin girar la cabeza. Su rostro sigue enfocado en la obra, pero su ojo está fijo en el hombre que lo saluda.

—«No espero gran cosa de este cabeza de ajo» —dicho de otra forma, esto.

—«¿No se te ocurre nada mejor? ¿Para esto te dejo un poco más ancho?» —empieza a sentirse decepcionado.

—«Antes de que le empieces a ..... ...... .... , mi ..... elfo» —ríe maquiavélicamente.

—¿Cuán curioso os consideráis? —retornando el gesto como saludo pero un poco más breve.

Le está preguntando el motivo que le ha impulsado a presentarse en este lugar pues, desde el principio, ha tenido plena confianza en que el mensaje llegaría a sus manos sin ningún problema.

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Sumire - Jay | Abierto | En curso

Al decir aquellas palabras Sumire sonrió, a lo cuál el también hizo lo mismo. Más que nada por la ternura que ella transmitía, e inconscientemente le estaba mirando, mientras lo hacía. Más no agregó palabra alguna.

Simplemente era muy bonito verla admirar la naturaleza, y hablar de ella con tanta calidez, como ella lo hacía. Por su mente pasó que talvez Sumire tenía su propio rincón de flores en su hogar, o talvez dentro de su habitación, lo cuál también era posible, de todos modos.

Luego notó un gesto de preocupación por parte de la chica, cuando preguntó si se encontraba bien, por lo que contestó:
—Si, es...—dudó en decirle la razón, pues no quería preocuparla de manera innecesaria. Tras un largo suspiro, agregó:
—Soy muy sensible al calor, y en ocasiones me sienta realmente mal...—luego, rápidamente, habló—Pero descuida, sólo fue al entrar. Ha sido un golpe de temperatura.

Esperaba que no se sintiera mal o peor aún, que no se sintiese culpable de estar ahí. En todo caso, la idea de entrar en el invernadero, en un principio, había sido de él.

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Sumire - Jay | Abierto | En curso

De momento, aceptó tomar la mano de la chica quien amablemente y sin que él se lo pidiese, se estaba preocupando de que estuviera bien.
Las razones: porque no quería cancelar aquella visita en el huerto, por un malestar pequeño, y porque tenía curiosidad por saber si aquella habilidad de regular la temperatura de otros, era tan así cómo ella lo describía. Así que, sin más tomó su mano, mientras seguían con su recorrido.

En algún momento, cerró sus ojos al sentir la temperatura regularse desde la mano de Sumire, hacia su propio cuerpo. Y es que era una sensación relajante y agradable. Mientras sucedía aquello, el chico habló con tono calmado y suave:
—¿Estás segura de no ser algún tipo de alíen cósmico, con superpoderes?—ha soltado una ligera risa, antes de abrir nuevamente sus ojos azules—Me impresionan tus habilidades, desde lo de los portales, hasta la regulación de la temperatura.

Mientras seguían caminando, cerca de la salida del invernadero, Jay vio unos bonitos ejemplares de campanillas chinas, con variante azul. Las cuáles ya había visto en otra ocasión, y que deseaba mostrarselas a Sumire.

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┌──────────────────────────────┐

꧁ A R A T A ' S   J O U R N E Y ꧂
C u a r t o   1 4

└──────────────────────────────┘

T o m a n d o   u n   p o c o   d e   a i r e  f r e s c o   : 
꧁   V i s i t a n d o  e l  h u e r t o   ꧂

Sumire, Jay & Arata ❙ Abierto ❙ En curso

—Ser muy sensible al calor... y alguien que te regule lo caliente. ¿Mm? Qué conveniente —comentó tranquilamente mientras pasaba por al lado del par sin dejar de caminar.

No los observó directamente hasta que los sobrepasó un par de pasos y dio a conocer sus ojos dorados y mechones cobrizos, pues llevaba una sudadera negra con la capucha puesta al estar más abrigado de esa forma. Tal vez solo Jay podría haberlo reconocido por su voz antes de que les dedicara un vistazo.

Podría parecer que se encontraba oyendo su conversación desde hace un buen rato, pero nada más su camino se había cruzado con el de la pareja en ese momento. No obstante, le había llamado la atención que la chica estuviera descalzo y por ello no había podido evitar quedársele observando a la distancia desde que notó su existencia en el huerto. Pero a pesar de que fuera inusual el detalle mencionado, no le pareció extraño.

Esta vez se encontraba sin Bruma por el bien del mismo lugar. No quería que la felina arrasara con la hierba gatera ni las mentas... ni las lavandas. Su objetivo era la hierba y llevaba un poco en un macetero mediano que envolvía con el brazo izquierdo, mientras que su derecha se encontraba dentro del bolsillo de la prenda.

Por otra parte, no se le hizo indiferente las últimas palabras que le había dedicado a la chica.

«Curiosa forma de coquetear... si es eso», pensó.

PD: no se detuvo a charlar, siguió caminando x )

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S • O • U • L • M • A • T • E

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Última modificación realizada por Thane (El 15-05-2023 à 17h37)

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Última modificación realizada por Izula (El 15-05-2023 à 18h49)

El arte de la contemplación

Oz & Dai ❙ Cerrado ❙ En curso

—Lo suficiente como para mantenerme con vida —respondió manteniendo la mirada en Oz, o al menos donde presuntamente estaba.

Así se mantuvo unos segundos hasta que inhaló y suspiró como quien se encuentra en medio de la naturaleza tras apreciar la frescura y oxígeno de la misma. Un día libre le venía bastante bien aunque disfrutara de su trabajo.
En ese momento, volvió a girar hacia la talla una vez más para apreciarla por última vez quizá, y exteriorizar el poema que acechaba sus pensamientos.

«Colgada en mi pared tengo una talla japonesa
máscara de un demonio maligno, pintada de oro».

Hizo una pausa para dirigir sus ojos a Oz como la primera vez en este encuentro.

«Compasivamente miro
las abultadas venas de la frente... que revelan
el esfuerzo que cuesta ser malo».

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Ujum—asintió y luego sonrió, al ver que su comentario la había hecho reír—
Cuando ha manifestado que se sentía agradecida de haberle ayudado, el chico se ha limitado a sonreír de manera silenciosa. Aunque muy en el fondo, valoraba el gesto y la buena voluntad que Sumire, había tenido con él.

De pronto, alguien vestido de negro ha pasado por su lado, dejando un desagradable comentario:

"Ser muy sensible al calor... y alguien que te regule lo caliente. ¿Mm? Qué conveniente"

Talvez no lo distinguió físicamente, pero su voz y sus particulares comentarios eran muy familiares. «Cuando pienso que no puedes ser más idiota, te superas a ti mismo...», pensó, mientras entornaba sus ojos, en una ligera mueca, le mira y lo deja seguir con sus propios asuntos. Prestó entonces atención a Sumire que de momento, se mantuvo cabizbaja, la cuál de seguro había escuchado aquello. Del mismo modo, su mano aferrada a la de él y escucharla murmurar, le hizo entrar en alerta, llevándolo a pensar que estaba afectada de sobremanera, por lo que, acto seguido, se acercó lo suficiente a ella y susurró lo siguiente:

"Descuida, está todo bien"—y de ese modo, ha sostenido igualmente su agarre. De todos formas, no debía darle explicaciones a nadie.

Y así, se dirigían al final del invernadero, donde Jay señalaba las flores a la chica de cabellos morados:

—Aquellas de allá, ¿las has visto alguna vez?

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—«Prudencia» —concluye ante esa respuesta.

—«.... .... .... .... ...» —digamos que anda quejándose un "poco" del director.

—«Ah, ya veo otra victoria...» —arqueando una ceja. Cuyo inquilino se limita a gruñidos incomprensibles.

Cuando Dai recita el poema, el pelinegro no retira la mirada de su rostro, por lo que se establece un fácil contacto visual al regresa a él. Reconoce al autor de esos versos sin dificultad, aunque cree que es una conclusión bastante evidente. No niega sentirse parcialmente aludido si lo observa de esa forma tras la respuesta y esas palabras pero, sea cierta o no la impresión que le ha causado, esta vez se lo hace saber y no le molesta en absoluto.

—Empiezo a creer que encontraros ante esta obra no es producto de una simple casualidad, ¿la habéis visitado con frecuencia? —pese a su pregunta asiente ligeramente, como expresando que va a resultar entretenido, y retorna la vista a la talla.

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Oz & Dai ❙ Cerrado ❙ En curso

—¿Cree en casualidades? —preguntó manteniendo la mirada en Oz un momento más.

Al igual que el pelinegro, acabó volteando de nueva cuenta hacia la obra de arte; de alguna forma parecía estar siendo un imán para el par, y con razón. Tal vez sus ojos no se encontrarían demasiado dentro del museo frente a tanto que contemplar.

—No visito el lugar a menudo honestamente, sin embargo, en cada encuentro me brinda algo diferente pese a estar siempre en un mismo lugar —respondió la pregunta del chico, observando la expresión del demonio.

«Me pregunto si añoraré regresar aquí...» dijo en sus adentros, descendiendo los ojos hacia el borde de la obra. Luego, mantuvo los ojos cerrados unos segundos y negó muy sutilmente con un movimiento de cabeza.

—¿Gusta recorrer el lugar? —preguntó a modo de invitación, ahora sí con sus pupilas celestes en Oz. A la par, había extendido la palma diestra , marcando lo que podría ser el inicio del recorrido.

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Sumire - Jay | Abierto | En curso

Se sintió realmente impresionado al ver cómo su ánimo se disparó al ver las campanillas chinas, y eso a su vez le hizo confirmar que ya las conocía.

—Por lo que sé, es nativa de Asia, y tiene variedades de color, en blanco, rosado... y también en morado—sonrío, mirándola, pues era el color que le caracterizaba—Aunque aquí de momento sólo hay blancas y azules—decía mientras buscaba entre aquellas del rincón.

Y ante no dar con ninguna del color deseado, se ha quedado con una blanca.
—Ven, salgamos fuera

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Ante su pregunta, le surge expresar un gruñido como indicando que no está del todo convencido de ello.

—Solían decirme que no hay casualidades, sino destinos... Quién sabe cuál sea la verdad —responde finalmente.

—«La única verdad que te importa es que estamos destinados a estar juntos para siempre» —a pesar de su actitud tan posesiva, empezar a reír.

—«Guárdate esos celos donde te quepan, si es que puedes» —por un instante frunce el ceño, pero al estar ambos contemplando la obra parece quedar absorto por ella.

—«¿¡De ese .... .... .... cabeza de ajo al que estás adorando!? Ja, ja, ja...» —sin embargo, su tono sugiere lo contrario.

—«Si no vas a aportar nada, cállate» —ya le empieza a distraer de la conversación y por inercia lleva la mirada sobre Dai.

Por un instante siente un poco de estrés, preocupado de haber dicho algo que podría requerir una respuesta de su parte. Afortunadamente, la pregunta llega en el momento adecuado, aliviando su preocupación.

—«... ... ...» —pese a no percibir nada que lo pongan en peligro, no quiere que baje la guardia.

—Me habéis robado las palabras —acepta la invitación dando unos cuantos pasos para acompañarle.

Además de las obras que se exponen de manera permanente, hoy es el día que pueden encontrar dos exposiciones: una llamada "El tiempo es circular en el silencio" y otra "Vistas más allá de la tumba". No obstante, pese a que por el momento se deja guiar por el lugar, no quiere desviarse del propósito de esta reunión.

—Os he de confesar que no esperaba encontrar una ciudad tan cosmopolita, y resulta abrumador en el momento que uno debe decidir a dónde ir... —se atreve a comentar, dejando entrever que no eligió tan a la ligera dónde citarlo para tener una tarde tranquila.

—«Ooghhuyghdfm... ... ...» —si pudiera se llevaría las manos a la cabeza por el pedazo tostón que se le avecina.

—... Siendo honesto, similar a cuando uno debe tomar su próximo destino en un mundo tan grande... —ladea ligaramente la cabeza, como expresando que resulta tedioso—. Espero no haberme equivocado, pues aquel encuentro fue breve e... impropio... como para hallar algo afín —no está seguro si decirlo de esta forma, pero de todas formas hace un gesto con la mano para indicar que todavía no ha terminado con sus palabras—. No penséis que todo esto forma de algún modo una disculpa, solo he querido intentar conoceros sin que deba preocuparme por la futura distribución de mis muebles bajo un puente... Es un reto interesante que no me gustaría afrontar —dicho de otra forma: estando aquí se despreocupa de lo que piensen el resto de residentes por estar ocupando el tiempo del director y también una manera de despojarse realmente de esa jerarquía director-residente. Además, todo lo último no lo dice en serio, de momento.

Oz puede parecer y actuar serio por la voz, pero en realidad es un poco más abierto cuando pretende establecer una conversación interesante.

—«Ahora se viene la lealtad eterna, ¿no?» —refunfuñando.

—«Se le dice intentar no parecer sospechoso por cualquier cosa que diga o haga» —realiza un gesto con la mano como señal de que ya ha dicho lo que tenía que decir.

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